viernes, 6 de febrero de 2009

La razón del Viento




Hasta el traje me quedo grande y no era mi color favorito, hubiese preferido uno un poco mas oscuro,  pero no había mas que hacer, comprado ya estaba y listo para la ceremonia. Años que no veía tanta gente ordenada, algunos incluso con lentes de sol, mientras llovía a cantaros afuera. Los miraba tranquilos tras las puertas, soñaba el cielo y poder acercarme, soñaba incluso tus caricias, hacia frío, sentía mi cuerpo congelado, ya no sentía mis manos ni mis dedos  y los vidrios de mi ventana no se empañaron.

El fuego iluminaba el salón y derretía las asperezas y rivalidades del Viento, calmaba las tensas conversaciones de vagos recuerdos y escasas alegrías que se mantenían enfundadas en los bolsillos llenos de manos vacías, sudadas del nerviosismo mismo de la fiesta sorpresa sin invitado principal. Esperaban por mi, algunos sentados otros de pie, se miraban las caras otros los ojos, algunos sabían que no iba a llegar mientras unos cuantos esperaban que abriera las puertas, abrazara a cada uno de los presentes, incluso tu, que hace unos cuantos años no hablamos, esperabas por mi, lo mínimo que podía hacer era saludarte y abrazarte, decirte que lo sentía estaba entre mis dientes a punto de salir, pero no era el momento, era mi momento, mi fiesta.

Dios me mira de reojo y el Diablo me tienta a continuar con la fiesta, ambos discutían donde debía terminar la celebración, ambos caminos eran alejados de la ciudad, uno al Este casi en las montañas, donde nace el sol y descansan las estrellas, el otro al Oeste donde muere el día y duermen los botes en el horizonte, yo sabia que entre los 3 no podíamos continuar, el solo decidir haría que el Viento rompiera los espejos, o sea, habíamos 4 invitados y 2 que no se podían ver. Poco tolerantes. Mientras me tomaban de los brazos, mi alma moría de risa porque se peleaban por mi estos dos caballeros, cada uno en su caballo, uno de ellos blanco y el otro color sombra,  con sus respectivas vestimentas, espadas y demases, el Viento solo se dedicaba a tomar apuntes de lo que ocurría, llevaba cerca de 16 hojas cuando en un abrir y cerrar de ojos, la comunión de los enemigos causó el quiebre de mis sentidos casi extintos, una luz atravesó mis manos, casi exclamando un dolor, que parecía destruir la historia, la eterna historia de aquellos inseparables personajes. Cayeron las nubes al mar, ahogándose en una paz absoluta se dieron por vencidas, el sol clamó paciencia mientras se apagaba, no lo podíamos creer, la verdadera fiesta estaba por comenzar.

Se pusieron en mi contra, jactándose de sus propias y separadas vidas, carcajadas disonantes arañaban mi traje nuevo, las flores marchitas por la pena de aquella decisión y de aquella indecisión mía de resolver la dirección correcta, aun no podía elegir, me sentía atado de manos, fue ahí donde el respiro de tus labios, dejando una sutil huella en mi ventana, indicaban una que otra pista para resolver el crucigrama de las decisiones, no digo que tu tenias la respuesta, pero de verdad que me ayudaste a abrir los ojos y saber esperar, reconocer que hay soles y estrellas de mar, que el Viento es mi mejor aliado, que creo en ti y así son las cosas de las distancias. Ellos hicieron el enroque primero, se alinearon en contra mía, que no debía ir a ningún lugar por indeciso e inseguro, que no merecía ser ni amanecer ni atardecer, que era demasiada regalía para mi frustrada historia, se sentaron a esperar que mis lagrimas llenaran mis manos vacías, que me secara y desapareciera,  el Viento silente tras de mi, también esperaba atento alguna resolución, casi como un escudo esperando lo peor, no me dejo llorar, me hablo al oído, me dijo unas cuantas verdades y algunas bromas acerca de los que me estaban apuntando con el dedo, sonreí.

Sonreí nuevamente pero con mas ganas, casi soltando una carcajada, el Viento menos mal que la desvió del lugar, pero el agudo oído de Dios me escuchó, blasfemó contra los dos por un buen rato, luego el Diablo lo calmó con un grave grito y el silencio inundó el lugar, se detuvo hasta la corriente del río que cruzaba el extenso valle y los pequeños pueblos adyacentes a el, todo estaba detenido, salvo los 4 y nuestra pugna. Me sentí en el Purgatorio, y no precisamente para salvarme.

Era todo gritos y discusiones entre aquellos señores, golpearon la tierra y se abrió y yo apunto de caer, se abrió el cielo y las estrellas rasguñaban mis vestiduras, no decidían donde debía ir, hubo golpes e insultos y nada. No había consenso y yo ahí pensando en arrancar, salvo por un gran detalle, el Viento cobraba una fuerza única, capaz de sacarse esa camisa de fuerza impuesta por aquellos autoproclamados dioses, se miraban las caras, se abrazaban, vivos de miedo, susurraban al oído inentendibles vocablos, se volvieron a mirar los ojos asustados y yo ahí, comenzando a sonreír, estupefactos dieron dos pasos atrás, rieron nerviosos, la decisión estaba tomada, la decisión del presente y de mi futuro.

Se cerraron las puertas de mi traje, la misa había terminado y me llevaron al cementerio.

Yo ya me había ido con el Viento y con mis palabras alimentaba sus historias.

 

 

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