viernes, 21 de noviembre de 2008

veintitrés minutos


La puerta seguía entre abierta, aun así miré por el cerrojo para confirmar mi presentimiento, tres perros ladraban tras de mi y yo seguía mirando por el cerrojo, esclavo de mi intuición, casi mordiendo mis pantalones y mis tobillos ellos seguían ahí, intentando despertarme, mientras miraba por la puerta entreabierta ver deslizarse la muerte.

Un segundo detiene el tiempo, y tu ahí, tratando de encontrar la respuesta en aquel espejo regalo de tu dueño, mientras dormías entre las nubes de algodón de azúcar preparadas por tu madre en aquella cocina donde cometiste el menor atrevimiento de tu vida, hablarme en voz baja para dispararme.

Recuerdo muy bien el sonido del gatillo y el olor de tus manos sudadas pidiéndome perdón, recuerdo aquel vestido negro ajustado a la cintura que apenas cubría tus rodillas, recordé que por primera y ultima vez lograste sonreír. Aquella escena continuaba en mi retina y los perros ya no jalaban, se habían llevado mis piernas y poco me importaba, no podía dejar pasar esta oportunidad de verme caer mientras el cerrojo enmarcaba perfectamente tu cuerpo y el mío.

Veintiún minutos mirándome embobada, tratando de retroceder tu vida mas no la mía, recriminando a tus cielos que el mejor de los peores errores de tu vida era conocerte, siempre supiste que el final estaba en tus manos. No era yo, sino la pistola calibre 32 que guardaba tu padre celosamente bajo el escritorio.

Me rompiste el corazón, y el agujero de la bala en mi estomago me resultaba una broma de mal gusto, una carcajada salió desde mi pecho, atravesó mi garganta y abrió fuego, volaron palomas y mariposas, los gatos al techo, el color blanco volvió a tu piel y la sangre se iba de mi perforando un  vacío en el techo, donde cabía todo el mundo menos yo, cayó la tierra, tus ángeles con mis demonios, cayó el verde de tu vestido rojo, calló el cielo y todos los míos.

Silencio. Minuto veintidós y la calma se derramaba por tus vírgenes manos. Minuto veintitrés y el sol comienza a salir entre tus cabellos mientras caminas riéndote tristemente ¡ bang ! tus dedos sudorosos de perdón detienen tu vida y ahí nos quedamos, mirándonos de frente, eternamente, sin saber que comenzamos a existir nuevamente.

Entre el umbral de mis ojos y los tuyos, dieciséis pasos para encontrar la salida de tu alma, escondida entre las sabanas quebradas de aquella piel, abandonada por tus miradas, rasgada por tu paciencia y atrevimiento.

¿donde dejaste tiradas las llaves?

¡ cerrad !

Mientras mas abra la puerta, mas hondo caeré al mar.

2 comentarios:

Alvaro dijo...

taba weno ya po
andai por ahi con heredero
caleta de rato el blog botao jajaa
saludos agujin

Lore Varas dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.